miércoles, 9 de noviembre de 2011

Segundo parcial de Redacción II. "Al son de la muerte y la juventud"


          Y vivimos felices para siempre, un para siempre que no durará más que cinco años de universidad, tardes de teatro y esa búsqueda ansiosa y pretensiosa de la eternidad en un par de palabras luego entonadas en la guitarra de Roberto o en un poema jamás leído de Valeria o de Sofía (tan románticas en el fondo) o escondido entre estas letras. ¿Por qué morirnos, entonces? La muerte debería ser una especie de viaje a otros cuerpos, otras formas de vida… eso es, de vida, no dejar de vivir, ser alimento para lombrices, ser petróleo, ser luz, agua, vino, sangre y otra vez estar encerrado en un cuerpo prestado para disfrutar un rato más de este podrido mundo. No se trata de vivir para siempre, dijo Warhol, sino de crear algo que sí lo haga… y en eso estoy, creando, escribiendo y el golpeteo del teclado me estresa tanto como el pulso pausado e irritante de esta barrita negra que es empujada por las palabras… las palabras ¿qué palabras? Podría inmortalizarme con frases impactantes, resumidas, entrañables… podría bien decir “Muchos años después, el joven David Alejandro Córdova habría de recordar esta noche remota en la que escribía de su estilo a su estilo y su padre no lo llevó a conocer el hielo” o mejor “¿Encontraría el estilo? Tantas veces me había bastado asomarme a un par de libros, descifrar los trucos y robar las estructuras, viniendo por la rue de Seine (me salto una parte del inicio de Rayuela, me disculpás, Cortázar) ah, Maga… y no estábamos contentos”… quizá debería ser más idiosincrásico, escribir cuento breve pleca urbano pleca absurdo pleca fantástico e imaginar que encuentro un cadáver en mi cocina, no, tal vez una ola que me siga a todas partes, vomitar conejos, convertirme en un periódico o ser un alumno del Leoncio Prado o conocer Comala y a todos sus fantasmas. Me estoy yendo por los favoritos, carajo, debo ser auténtico o hacer lo de los best-seller. Empezar aplicando una sencilla fórmula que atrape lectores al instante y se vendan mil copias alrededor del mundo, hacer product aplacement y ganar miles de dólares. Me inventaré una historia de vampiros y lobos, deformaré y me mofaré de los seres mitológicos más extraños enamorándolos de humanos con baja autoestima. ¡Adolescentes, habrá que saber qué es eso! Y sin embargo podría hacer todo esto y seguir sin encontrarme, firmando libros tontos y dando conferencias y cuando me pregunten ¿qué le inspiró para escribir su obra? Les diría un ‎"Supongo que hay en mi obra una tremenda crisis existencial que involucra cuestiones personales y del universo entero abarcando el pasado, presente y futuro en ésta y en cualquier otra dimensión existente o por existir" que es de los más mediocres argumentos bohemio-literarios que se han escrito jamás para abarcarlo todo sin decir absolutamente nada. Qué complicado esto del estilo, Roxana, le gusta ponernos a pensar ¿cierto? Sucede que usted me pone a pensar en lo que menos quiero pensar (pedantería, tal vez) porque yo solo sé que quiero escribir, quiero vivir para siempre en mis escritos, que me recuerden por eso y que obliguen a los niños de secundaria a copiar mi biografía en sus cuadernos (sacada de wikipedia o de cualquier otro sitio web) y de tener terminada mi obra para el próximo viernes porque la maestra gorda y con un cepillo ochentero va a pasar un examen ¿es mucho pedir? Yo solo quiero una voz, una maldita y bendita voz de joven de dieciocho años (cómo cuesta decir la edad) que atrape todas estas escurridizas sensaciones, inmortalice estos maravillosos días de octubre y noviembre y guarde un poco de la esencia de las maravillosas personas que me rodean… quiero erizar la piel, hacer llorar y que a la gente le quede algo de mí para siempre (un para siempre que no durará tantos años, susodicha cita) quiero una voz maldita y bendita que sea la voz colectiva de todo ese montón de jóvenes que andan por ahí contándome historias, riéndose conmigo, enamorándome en algunos casos, preguntándose las mismas cosas que yo y resonando en mi cabeza todo el tiempo, ¿es mucho pedir? Solo esa voz busco… ¿debo reconocer si esa voz se encuentra en el cuento o en el poema o en el teatro? Sería comenzar a discutir por la técnica. “Un escritor es 1% de inspiración y 99% de transpiración” ¡Joder! ¿Debo, entonces, botar todo el resto de inspiración que me sobra, para sentarme a quebrarme la cabeza por cuestiones meramente técnicas? La inspiración que me sale con ver el sol colándose entre las hojas, escuchar mi canción favorita, caminar un rato en la tarde, sentir calor y frío al mismo tiempo, reírme hasta que me duela la panza y hacer el amor locamente… ¿qué hago con esa inspiración? ¿Eh? ¿dónde la dejo si importa más la técnica? La técnica es lo que le da trascendencia. La literatura mientras más humana más trasciende… ¿hablábamos de literatura, verdad? Que un texto no sea solo un texto, que sea más que un texto, que lo que no se diga sea tan importante como lo que se grite. Una bomba explota, un vidrio se empaña, soy un espejo torcido, de esos en los que se te deforma el cuerpo, búscate los ojos en mí, que soy tu espejo, por ahí tendrás la boca, esa boca que es mi boca, esas manos que son tus manos, mientras más difícil sea reconocerte en ese espejo, que soy yo, más tiempo te tendré de pie frente a mí, descifrándote, descifrándome. Y de repente se me viene a la mente una canción They're gonna clean up your looks With all the lies in the books To make a citizen out of you y la cabeza se comienza a llenar de contradicciones, de canciones, de pasiones y de recuerdos, rompiendo la aliteración. No puedo con tanto, las canciones que uno disfruta entre jóvenes cantando aunque no cantemos bien, un día bajo cualquier edificio D de cualquier universidad de cualquier país de cualquier año junto a una Valeria y una Sofía cualquiera, y es ahí cuando menos le dan ganas de morirse a uno, cuando nos enamoramos de un niño perfecto que se puede llamar Steven Montano y que puede estar enamorado de otro que puede llamarse Luis Barrientos y cuando ya no te caben los nombres en la cabeza, Rigoberto, Enrique y Alexander, Ángel, Efraín, Walter y ¿por qué no Stanley? (Dejémosle eso a los músicos) RoRo, Ezequías el malabarista, Jorrit y Gerardo (dejémosle eso a los teatreros) o en el caso de las personas felices que se casarán y vivirán por el resto de sus días con el amor de su vida que puede o no llamarse Mauricio y tener un apellido extraño. Mientras tanto seguimos muriendo, seguimos inventándonos soledades que no se pueden inventar con palabras, seguimos robando estilos, toda esta generación de jóvenes empapados de recuerdos, de sueños y de tonterías, My Chemical Romance, Green Day, Simple Plan y Taylor Swift nos seguirán entendiendo mientras seguimos quejándonos de no haber encontrado la felicidad en el amor de nuestras vidas y no disfrutamos de esta maldita felicidad que hasta se puede tocar con las manos y enrollar en el tenedor como si fueran macarrones, esta felicidad que puede llamarse universidad centroamericana josé simeón cañas, taller de teatro, amigos, locura, no  muerte y sí eternidad, primer año de comunicación social, redacción dos, aula a 22 y no preocuparnos por cosas como la muerte, la inmortalidad, frases impactantes, trucos de Best-Seller, pedantería, respuestas bohemias, lenguaje de noveno grado, técnicas literarias y el concepto de felicidad a los dieciocho años, mejor me preocupo por el segundo parcial mientras pienso en qué ropa me pondría si quiero parecer hippie, taller de teatro, técnica literaria, muerte, ropa de hippie, maestra gorda de lenguaje, felicidad, literatura, hippie, juventud, amor y vivimos felices para siempre.

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